lunes, 26 de febrero de 2024

Arquitectura hostil para los sin techo...

‘Pay and sit’

La Fundación Arrels llena sus redes sociales de ejemplos de arquitectura hostil que dificulta la vida a los más de 1.300 ‘sin techo’ de Barcelona



Una joven toma una foto de elementos hostiles en Barcelona, en un estudio colectivo de la Fundación Arrels.
ALBERT GARCIA




Las ciudades —menos Nueva York— también duermen. El madrugador, ya sea para sacar el perro, para correr o por imperativo filial, tiene a su alcance el lujo de verlas despertar. Presenciar como poco a poco se activa el tráfico, se levantan algunas persianas, y los primeros trabajadores toman un café rápido antes de arrancar. Los hogares encienden la luz, como espasmos sincronizados, y el olor a cruasán recién hecho asoma por cualquier esquina mientras los empleados municipales adecentan las calles.


En la intemperie, otro tipo de vida también amanece. Sacos de dormir que se remueven, una mano que asoma, un gorro que se cae al desperezarse, y el resto de la persona que emerge, con los ojos hinchados de una noche incómoda. El día empieza tempranísimo, por obligación. O se levanta, o no tardará en llegar la policía para recordarle que no puede seguir durmiendo en la calle. La jornada no debe comenzar con ese banco, ese soportal o ese parterre ocupado.


“¿Funcionaría esto en tu país?”, escribe una cuenta de X llamada Momentos Virales, con más de un millón y medio de seguidores. En la imagen, se observa un banco de madera en un parque, con pinchos metálicos que impiden sentarse. Hasta él llega un hombre, maletín en mano, que introduce una moneda de 50 céntimos en la ranura metálica de la pata derecha. Los pinchos bajan, y el señor, encamisado, se sienta, bebe un poco de agua, se come una manzana y ojea un diario… Hasta que una tenaz alarma le avisa que se le ha acabado el tiempo. Sin olvidar su ajada cartera marrón, el hombre se levanta y acepta parsimonioso que el tiempo en su banco privado ha acabado.


Las respuestas al tuit se dividen entre los que creen que en su país lo robarían (“le sacan las monedas, desarman la banca y la venden por partes”), los que aseguran que no valdría para nada porque el mundo está lleno de pícaros (“Le pones una tabla encima y ya”), los que consideran que es un abuso que les cobren aún por más cosas (“No den ideas, si ya se pagan muchos impuestos. ¿Otro más? NO”), y quienes le ven fallos al invento (“¿Qué pasará cuando un niño se haga daño?”). Solo unos pocos se indignan ante la iniciativa de privatizar un banco en un lugar público (“Eso me parece muy capitalista”).


De manera recurrente, el banco de Fabian Brunsing, Pay and Sit. Private bench, vuelve a X por alguna de las numerosas cuentas que postean curiosidades descontextualizadas y esperan a que se hagan virales. El artista y fotógrafo alemán lo creó en 2008, como crítica del uso del espacio público en una sociedad en la que todo está en venta. Solo algunos usuarios de X detectan que es también una solución cruel para que los sin techo no tengan donde descansar. “Arquitectura hostil”, escribe uno de ellos.


Pero el banco privado de Brunsing no está tan lejos de la realidad. La cuenta verificada Masssimos tuitea un asiento de una ciudad de Japón, con varias crestas intermedias simulando un dinosaurio. Los seguidores no tardan en reprochar la “manera muy mona” de evitar que se tumben personas sin hogar. Estaciones de metro sin asientos, bancos metálicos redondos, más bancos individuales que de varias plazas, reposabrazos intermedios… X recoge numerosos ejemplos. “Le llamaremos arquitectura hostil porque cabrones miserables no queda bien”, considera una usuaria.


Desde hace una semana, la Fundación Arrels, que trabaja ayudando a las más de 1.300 personas sin techo que viven en Barcelona, cuelga en sus redes sistemas variopintos para impedir el descanso en la calle. Es el resultado de un estudio colectivo en la ciudad de Barcelona y otros municipios catalanes, en el que han implicado a más de 400 estudiantes, escuelas y todo aquel que haya querido sumarse. Han elaborado un mapa público con un millar de ubicaciones de la arquitectura hostil de una sociedad insensibilizada que olvida que la mayoría está más cerca de dormir en la calle que de comprarse un yate.




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