domingo, 14 de febrero de 2016


Las normas de educación básica se aprenden, me contó mi madre cuando era niño, y luego se practican con naturalidad a lo largo de la vida. Sale instintivamente algo tan elemental como ceder el paso y el asiento a los ancianos, embarazadas y críos, responder al saludo, reservar para tu intimidad las alteraciones gástricas, no rebuznar en lugares públicos, ni imponerles a gritos a tus vecinos la lamentable nadería de que conozcan tu vida, lavarse las manos después de visitar el mingitorio, no hacer ruidos al comer. Y por supuesto, la educación es mucho más que eso, es respeto hacia ti mismo y hacia el prójimo. Reconozco que entre los buenos modales hay alguno que me cuesta practicar. Por ejemplo, mi tendencia a no cruzar ni una palabra con la gente que me cae mal. Pero cuando me haga mayor rectificaré.

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